El BDSM de postureo está a la orden del día y lo sabemos bien. En las redes sociales es fácil guardar apariencias, fingir, exagerar o dar una imagen pública perfecta. ¿A quién no le gusta mostrar algo que cause admiración, que nos lluevan los favs y que nos haga parecer expertos en lo nuestro? Total, para vivir la cruda realidad ya tenemos el día a día.
Además, el BDSM es muy imaginativo. En el sentido de que todos venimos con nuestras propias fantasías. Y a todos nos gustan las historias… bien contadas™ (ejem). Así que tenemos el trabajo medio hecho.
Es normal, ni siquiera tiene que ser algo premeditado, ni una estrategia para hacerte con una buena reputación en el mundillo. Nos encanta mostrar la cara buena y lo bonito. Los trapos sucios y los errores se lavan en privado.
¡Pero, vaya por dios! Que yo tengo una lucha personal contra el postureo. No, no me entendáis mal. A mí me gusta una historia bien contada™ como al que más. Me voy a quedar embobada mirando esa foto perfecta, con cuerpos atados en posturas imposibles y ambiente impecable. Uff, la estética BDSM puede dar muchísimo juego. Oye, que una no es de piedra.
Sin embargo, el postureo continuo sin nada que lo contrarreste es peligroso. Confunde, engaña y crea expectativas que no se pueden cumplir. Y no todo el mundo tiene la capacidad o la experiencia necesaria para entenderlo, filtrarlo y ser realista.
Muchas veces no tiene en cuenta los riesgos, o si los tiene es para burlarse el que trate de minimizarlos. Se ve que en el BDSM nos arriesgamos y lo contrario es para pusilánimes.
Por postureo se esconde lo que sale mal. Los problemas que surgen en una sesión pueden ser muy peligrosos y acabar en urgencias. Y te digo más, aunque no acabes en urgencia en ese momento, te puede llevar a complicaciones médicas futuras. Pero rara vez se hablan de ellos. Y cuando se hacen se hacen así, en genérico, casi nunca en primera persona.
Pues dejadme que os diga: yo me he tenido que enfrentar a una infección que acabó en hospital. A sangrados fuertes y un desgarro. A un latigazo en un ojo. La persona que estaba conmigo o yo, en primerísima persona.
Pero no hace falta que hablemos de problemas médicos, nos podemos ir a cosas más sencillas. Por ejemplo, dudas. ¿Es que un Dominante no duda nunca? Pues por lo visto no. Un D. es seguro y decidido. Lo sabe todo.
Pues déjame que te diga algo: miedo me da el que no duda, el que está tan seguro de sí mismo que nunca se cuestiona.
Dicho lo dicho, es cierto que casi todos caemos en contar las cosas buenas. Incluso, si hay confianza “meternos en rol” y bromear entre nosotros. Muchas veces no es postureo, sino lo que nos sale de forma natural.
¿Entonces a qué hay que estar vigilantes? ¿Qué hay que creerse?
Yo no soy nadie para decir lo que es real y lo que no lo es. Hay personas sádicas y masoquistas, que hablarán de juegos más duros. Personas con mucha experiencia en alguna práctica, que sabrá lo que hace menor que cualquier novato. Cada caso es distinto y no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco.
Pero hay cosas que me ponen alerta y me hacen poner los ojos en blanco cuando las veo.
Así que os voy a dar lo que, para mí, son las “red flags” del postureo BDSM. Y ya vosotres decidís con lo que os queréis quedar.
1.- No distinguir entre fantasía y realidad.
Hay personas que no hacen distinción entre lo que realmente es su vida y lo que le sucede, de lo que es pura fantasía.
Te sueltan su relato erótico-fetichista, más o menos creíble. Y te lo cuentan como si fuera verdad. No te avisan, ni te preguntan, ni mucho menos te piden permiso o consentimiento.
Irrumpe en conversaciones serias, con cosas que están absolutamente fuera de lugar.
O te entra en rol, con una escena que parece sacada de una peli porno. O con insultos y exigencias o tirándose a tus pies. Y con intención de que le sigas el juego.
2.- Comportarse diferente en público y en privado.
Hay personas que son completamente distintas en privado y en público. Porque obviamente en público tiene una imagen que mantener, aunque sea todo pose.
Vamos, que va engañando a todo el mundo “menos a ti”. Mi experiencia me dice que, si engañan a los demás, también lo hacen contigo. Y yo tengo claro que prefiero la honestidad, con todos, no “sólo conmigo”.
3.- Hablar únicamente desde rol.
Diosas crueles y ásperas. Sumisos arrastrados y serviles. Señores dominantes y exigentes. Sumisas abnegadas y obedientes. No son personas. Son su rol y únicamente su rol.
4.- Y, aún peor, actuar como si los roles fueran clases sociales.
Creyendo los dominantes ser de un estrato superior a los sumisos. Y tratar a todos como si te pertenecieran, sin ningún tipo de consenso y en genérico. O también lo contrario para los sumisos, como si tuvieran que arrastrarse ante todos los dominantes y fueran menos que nadie.
5.- Dar poca o nula importancia a la seguridad.
Las medidas de seguridad y minimizar riesgos no van con ellos. Puntos extra si valora a los sumisos dependiendo del nivel de dolor que tengan que aguantar. O del tributo que paguen. O cualquier otra práctica concreta.
No importa si lo que dice o pide es descabellado o puede dañar de forma permanente al sumiso.
6.- Negar los derechos de los sumisos.
Decir cosas como que el único placer del sumiso debe ser el de su Amo. Negarles el poder terminar la relación, el poder parar cualquier práctica, el usar una palabra de seguridad, el tener gustos propios, etc.
7.- Sentar cátedra sobre cómo debe ser el BDSM y no aceptar nada que difiera de sus ideas.
No creo que haga falta explicar mucho aquí, así que solo un apunte: el BDSM engloba muchísimas formas de relacionarse, muchas prácticas y fetiches y cada persona lo puede vivir como le guste, siempre y cuando sea de forma honesta, consensuada y respetando a los demás.
Añado: si alguna de estas cosas no es postureo, sino que de verdad lo creen, yo correría bien lejos.
Por último, si entras en las RRSS para recrear tus fantasías erótico-fetichistas y se lo haces saber a los demás y aceptan seguirte el juego, pues oye, perfecto.
Y hay que entender que, de entrar en ese tipo de dinámicas con alguien en concreto, lo correcto es preguntar a esa persona si está de acuerdo. Recordad: el BDSM requiere consenso.
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